El director general del IDAE, Joan Groizard, es el protagonista de la primera entrevista que realizamos en el lanzamiento de este nuevo boletín. Desde AEE queremos agradecer su participación, en la que ha querido destacar el papel fundamental del sector eólico en los objetivos de descarbonización.
1. Para el sector eólico, IDAE es uno de los organismos de referencia y mayor relevancia en el ámbito de una transición energética sostenible, ¿Cuáles son las líneas estratégicas de IDAE para 2020?
En primer lugar, afianzar el impulso adquirido en el último año. Somos conscientes del papel que podemos jugar en el reto de la transición energética; un papel que, por un lado ha de ser de acompañamiento al sector; y por otro de impulso de iniciativas que contribuyan a que nuestro país esté a la altura del desafío que supone alcanzar los objetivos que nos hemos fijado. En este sentido, hay algunos cambios normativos urgentes que tenemos que abordar, de la mano del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que nos permitan arrancar la década con un crecimiento fuerte y sostenido en renovables, así como la trasposición de todo el paquete europeo de Energía Limpia.
Entre las prioridades planteadas también está la de recuperar el perfil inversor del IDAE – como lo hizo precisamente a principios de los años 90 en energía eólica- en aquellos proyectos con planteamientos o tecnologías que rompan barreras y necesiten inicialmente del respaldo público. Soy personalmente muy consciente también de que tenemos que hacer un gran esfuerzo en materia de información y sensibilización: estamos ante un cambio profundo de paradigma y la sociedad, la ciudadanía y las empresas deben entender qué es lo que está pasando, por qué se hacen las cosas y, sobre todo, qué oportunidades hay en la transición energética para mejorar su calidad de vida o su competitividad.
2. El anteproyecto de ley y el PNIEC son dos de los pilares del Marco Estratégico de Energía y Clima para el periodo 2021-2030. ¿El anteproyecto ofrecerá el marco institucional y las señales regulatorias y económicas necesarias para dar estabilidad que el sector eólico necesita?
Efectivamente, nos hemos dotado de un Marco Estratégico de Energía y Clima que refleja no solo el nivel de ambición que queremos alcanzar en política energética sino el nivel de detalle y sus distintas vertientes.
En este sentido, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética pretende fijar los objetivos mínimos, legalmente vinculantes, a conseguir en 2030 pero también el compromiso con la neutralidad climática – y por tanto un sistema energético 100% renovable – en 2050. Es la base legal, en torno a la cual querríamos articular un gran consenso social y político, que permita dejar claro que independientemente de los cambios de matiz que puedan corresponder en las distintas etapas, la trayectoria es común.
En particular, el anteproyecto de Ley está incorporando al ordenamiento jurídico nacional, con rango de Ley, el compromiso específico de impulsar la construcción de un mínimo de 3.000 MW de potencia al año en instalaciones renovables anualmente durante una década. Siendo nuestro país ya un referente internacional en integración de las renovables en el sistema eléctrico, la clave en esta nueva etapa es conseguir que este ritmo de crecimiento sea precisamente sostenido, predecible a corto, medio y largo, y que permita por tanto generar y mantener infraestructura industrial y productiva propia en España, y evitar los incrementos de coste característicos de crecimientos más accidentados.
Así pues, en efecto, considero que es una señal inequívoca para el sector eólico y otros renovables que da estabilidad y visibilidad. Pero no la única ni será la última, pues lógicamente los detalles serán fruto de un desarrollo reglamentario posterior, teniendo en cuenta también -como contempla el PNIEC- que los mecanismos de apoyo se adaptarán a las particularidades de cada tecnología.
3. El impulso a las renovables para alcanzar el objetivo a 2050 de neutralidad en carbono conduce a un incremento de la eólica de unos 2.200 MW al año. ¿Qué herramientas se barajan para conseguir mantener un ritmo de incorporación de nueva potencia eólica tan sostenido a lo largo de la próxima década?
De cara al despliegue de tecnologías renovables previsto para el sector eléctrico, la experiencia internacional nos muestra que las subastas, con un adecuado diseño y una suficiente previsibilidad, son facilitadoras clave de esa progresión sostenida.
También es necesario que la administración sea capaz de tramitar los proyectos en los tiempos adecuados – en lo cual interviene tanto la propia capacidad de la administración como la experiencia y trabajo previo de los promotores – y que la capacidad de conexión a las redes eléctricas se gestione de forma óptima: es decir, que aquella capacidad que haya reservada para generación renovable se corresponda efectivamente con proyectos reales, y que no responda a otro tipo de interés.
Como prevé el PNIEC, para integrar el volumen de renovables proyectado será fundamental incrementar en la flexibilidad de la red, mediante un desarrollo del almacenamiento, la gestión de la demanda y la creciente flexibilidad de las renovables.
Por último, el plan prevé estrategias específicas para casuísticas concretas, como son los parques que llegan al fin de su vida útil, o el potencial de la eólica marina, una carrera a la que España debe sumarse cuanto antes.
4. ¿Puede anticiparnos algunas de las características principales de las próximas subastas y su convocatoria prevista?
El objetivo es tener un marco de subastas comparable a los de países de nuestro entorno, que sean predecibles y comprensibles, que fomenten una auténtica competencia por parte de diversos actores más que barreras de entrada que no aporten valor.
Hay un aprendizaje importante a realizar a partir de la experiencia de las últimas subastas, en las que se podía acudir sin tener claro con qué proyectos se iba a cubrir la potencia que se estaba ofertando.
Como prevé el PNIEC, el producto a subastar pueda ser energía eléctrica a generar, potencia a instalar o una combinación de ambas y la variable sobre la que se oferte sea el precio de retribución de la energía a generar. Las renovables han conseguido una reducción de costes muy significativa en los últimos años. El mecanismo de subastas debe ser capaz de trasladar a la factura del consumidor esos ahorros, de forma clara y directa, para que como país podamos aprovechar al máximo las oportunidades del cambio de modelo.
Por otro lado – y muy significativo desde nuestro punto de vista- estamos valorando de qué manera se pueden fomentar los proyectos que tengan en cuenta la diversidad de actores y la componente social mediante, entre otros, la participación ciudadana en la financiación o la existencia de un plan de reparto de beneficios, en el que parte de los ingresos se destinen a actividades acordadas con los agentes locales. Es un debate que queremos madurar precisamente de la mano del sector, y fundamental para que el conjunto de la sociedad pueda sentirse implicado de forma efectiva en la transición energética.
5. ¿Cuál es su visión sobre la regulación recomendable en materia de repotenciación y extensión de vida de los parques eólicos?
En la próxima década, más de 20 GW de potencia renovable habrán superado su vida útil regulatoria, especialmente los parques eólicos más antiguos y centrales minihidráulicas.
En la ausencia de un nuevo marco, una buena estrategia de extensión de vida ha permitido que mucha potencia renovable haya continuado funcionando más allá de lo previsto inicialmente. Sin embargo, la obsolescencia de determinadas tecnologías y la necesidad de aprovechar lo mejor posible los mejores emplazamientos en cuanto a recurso eólico (a menudo, allí donde se encuentran las instalaciones más antiguas), nos lleva a una necesidad de repotenciación o remaquinación.
Para ello el PNIEC prevé una medida específica, la Medida 1.9 sobre un plan de renovación tecnológica en proyectos existentes, que debe poner en marcha una batería de mecanismos como la concesión de permisos simplificado y rápido, contando con la coordinación implicación activa de las Comunidades Autónomas; subastas específicas proyectos de renovación tecnológica; y las medidas administrativas necesarias para aprovechar al máximo las infraestructuras existentes. Esta estrategia supone, además, un importante potencial para la toda cadena de valor del sector en el país.
6. ¿En qué ámbitos energéticos hay que seguir innovando (desarrollando proyectos de I+D+i) para poder alcanzar los objetivos de descarbonización para 2030 y 2050?
En primer lugar en la mejora de la Eficiencia Energética, en todos los ámbitos: desde la producción, la distribución, la gestión y por supuesto el consumo de energía.
Por otro lado, en cuanto a renovables, los principales retos tecnológicos pasan por acoplar la generación al consumo – o viceversa, a nivel horario y diario, pero también estacional. La propia generación renovable es cada vez más gestionable, y con la hibridación entre tecnologías de generación y con el almacenamiento, todavía más. Tenemos que desarrollar almacenamiento diario y estacional competitivo ligado al consumo pero también potencialmente a la propia red, y en todo caso será necesario complementarse con nuevos desarrollos como por ejemplo el o “power to x”, donde el “x” en cuestión puede ser desde un gas renovable sintético, un proceso industrial u otro tipo de usos de la energía, como el térmico o la movilidad.
En el sector eólico en concreto hay por delante desarrollos clave, que permitan continuar reduciendo el coste de la energía, tanto onshore (donde la logística y el transporte terrestre empiezan a ser factor limitante, y por tanto influyen en las decisiones de diseño) como offshore (donde la tecnología flotante está viendo un enorme interés de innovación que puede permitir que, antes de lo que podíamos imaginar, los costes de la offshore sean competitivos con la onshore).
Además del ámbito tecnológico, va a ser fundamental innovar también en modelo de negocio, en lo organizativo y lo social. ¿Cómo conseguimos que los desarrollos renovables repercutan de la forma más positiva posible en los entornos en que se ubican? ¿Cómo aseguramos que ese impacto positivo sea percibido y comprendido como tal? ¿Cómo podemos aprender de lecciones dolorosas de otros países donde un desarrollo inicialmente rápido se ha encontrado con una oposición social que lo ha terminado frenando?
La transversalidad de la transición energética y la oportunidad económica, social y ambiental que puede suponer para el conjunto de la economía y la sociedad hacen que tengamos que incorporar estas vertientes en todas las estrategias, también las de innovación.
7. La participación social en los procesos de decisión y aceptación de las nuevas instalaciones es cada vez más relevante. ¿Cómo percibe la necesaria colaboración entre las instituciones y empresas del sector eólico para facilitar una mayor aceptación
Más allá de los propios objetivos marcados al 2030, con la actual visión de alcanzar la neutralidad climática al 2050, se requiere todavía más que nunca que las renovables y la energía eólica tengan una mayor visibilidad y proximidad a las actividades humanas cotidianas.
Para ello es necesario no solo que haya un proceso de tramitación y autorización robusto, que analice los potenciales impactos de cualquier instalación, sino que haya una participación más activa de la sociedad en dichos procesos de planificación y tramitación. La capacidad de co-decidir, y sobre todo, de co-participar, en primera persona, en los desarrollos renovables (sea vía proyectos ciudadanos participativos, vía participaciones en proyectos de grandes promotores, vía comunidades energéticas locales…) permite que los impactos positivos del desarrollo renovable tengan un impacto directo y visible en el entorno en que se sitúan.
Ya hemos visto casos muy positivos, en los que los propios ayuntamientos de las zonas en que se implantan los desarrollos eólicos o solares son agentes clave en el proceso, intermediando, por ejemplo, para facilitar que la actividad genere empleo en el propio municipio.
En este proceso van a ser imprescindibles la transparencia y el diálogo constantes entre las administraciones, las empresas y la sociedad civil. Si lo queremos enfocar en términos de tiempo y dinero, se trata realmente de una inversión, que facilita que el desarrollo renovable pueda ser sostenido y compatible con el territorio en que se implanta.
8. La pregunta personal de perfil de protagonista: cuál es su libro preferido y serie.
Como serie relevante diría que “Years and Years”, una pequeña distopía ambientada en la década 2020-2030 que nos recuerda lo pendientes que tenemos que estar de cada avance social, ambiental, político o económico, y que no podemos dar ninguno de ellos por sentado.
Para dar un lado más positivo, como libro que me ha marcado especialmente, Una Utopía Moderna, de H.G. Wells, que describe un mundo en el que pesar de haber alcanzado un elevado nivel de bienestar y libertades, el factor en que se basan la moneda y la actividad humana sigue siendo… la energía.
9. En nuestro día a día todos podemos aportar a la lucha contra el cambio climático. ¿Cuál es tu propuesta de medida concreta para que nuestros lectores puedan aplicar desde hoy en su rutina?
Completamente de acuerdo: todos y cada uno de nosotros podemos aportar nuestro grano de arena, de forma colectiva como consumidores (qué productos y qué empresas escogemos, en qué invertimos y en qué no…) pero también como ciudadanos activos (y no solo con el voto cada cuatro años, sino también cómo nos organizamos, ante qué cuestiones o decisiones públicas reaccionamos…).
No se trata tanto de que el peso de solucionar la emergencia climática caiga desproporcionadamente sobre nuestros hombros, pero sí de ser conscientes de la capacidad de influencia que realmente tenemos.
En este sentido, cada vez que pagamos la factura eléctrica en casa (o en la empresa) o decidimos cómo desplazarnos, estamos potencialmente ejerciendo esa capacidad de influencia. Optar por empresas que comercialicen energía renovable (o que inviertan proporcionalmente más en renovables), o desplazarnos en transporte público, colectivo o compartido, o con vehículo eléctrico, son dos medidas que podemos hacer casi desde “ya”, que además de reducir nuestra huella de carbono personal, lanzan esa señal necesaria a administración y sector privado.